El “ser joven‟ no
sólo tiene que ver con un dato biológico, en el ciclo vital, o un momento
delimitado del ciclo vital, asociado fundamentalmente a un periodo de
transición y preparación para la integración al mundo adulto y la salida de la
niñez. La juventud o juventudes tienen un sentido socioculturalmente creado y
asignado. Es decir, no se ha sido joven de la misma manera en todas las épocas
e incluso, en algunos momentos históricos no han existido jóvenes.
La juventud como condición social —entre las diferentes
clases sociales— y como imagen cultural diferente. Aparece en el escenario
público en el siglo XX. Su origen se podría rastrear en el proceso de
transición del feudalismo al capitalismo, así como en las diversas
transformaciones producidas en el seno de instituciones como la familia, la
escuela, el ejército y el trabajo (op. cit.). Feixa (1999) plantea que la
juventud aparece como una „construcción social‟
relativa en el tiempo y espacio, y que cada sociedad organiza la transición de
la infancia a la vida adulta con formas y contenidos variables.
Esta mirada desde la construcción socio-cultural, de
acuerdo a las proposiciones de .. presenta las siguientes particularidades[1]
a) Es situacional. Responde sólo a contextos
delimitados; no se podría hablar de juventud en forma general sin tener en
cuenta la especificidad de espacios y tiempos concretos en los que la noción
surge.
b) Es construida. Sobre lo juvenil se dan procesos
de disputa y negociación entre las significaciones elaboradas por el lugar que
ocupan frente a sus adultos más cercanos —los padres, por ejemplo, e
instituciones sociales externas, como la escuela—, en torno a los jóvenes y las
culturas juveniles que ingresan y habitan las mismas. Estas significaciones a
veces coinciden, otras veces mantienen una relación conflictiva o de
negociación, donde se delimita quiénes pertenecen al grupo juvenil y quiénes
quedan excluidos del mismo.
c) Es variable. Se construye y reconstruye
permanentemente en la interacción social. Se produce en lo cotidiano. Sus
ámbitos de referencia son íntimos, cercanos, familiares: los barrios, la
escuela, el trabajo, la música los estilos, a moda, Internet, los medios de
comunicación, entre otros.
d) Es transitoria. Dependiendo de tiempos
biológicos y socioculturales que los integran o expulsan de la condición
juvenil.
e) Se construye en relaciones de poder. Se
advierte la existencia de construcciones discursivas dominantes, con valor de
verdad, que recluyen otras formas subjetivas de habitar la juventud. Hoy las
diversas estigmatizaciones por las que transitan determinadas subjetividades
juveniles —aunque compartan la misma generación— los alejan del discurso
dominante.
Acogiendo esta última proposición como dominante y
hegemónica de los discursos sociales que prevalecen en los imaginarios sobre la
juventud, especialmente aquellas pertenecientes a sectores empobrecidos, donde
son visibilizados discriminatoriamente, se pude plantear que es una sociedad adultocéntrica[2],
que considera potente y valioso lo referido a un modelo ideal del mundo adulto
como “ meta” del desarrollo vital, todos los demás grupos son considerados en
preparación ( niñas, niños, jóvenes) o retirada ( adultos mayores)
Los mundos adultos aparecen como dominantes y protectores
de la formación-preparación de niños y niñas para su vida futura, los mundos
juveniles como obedientes y dejándose formar, aunque a ratos también rechazando
estas posiciones de sometimiento en que se encuentran.
La matriz adultocentrica propone un análisis crítico de
las nociones de juventudes habilitando nuevas miradas y formas de exploración
sobre prácticas y experiencias juveniles, en el mismo sentido u orientación con
el concepto de generaciones[3]
como referencias vinculadas a condiciones e identidades; y el recambio
generacional se concibe como la mutación tanto de las subjetividades como de
los entornos sociales, proceso múltiple, tan diverso como la sociedad y “las
juventudes” o "generaciones" que en ella coexisten.
Una perspectiva generacional que favorece la comprensión de
las juventudes como sujetos históricos, que varían de acuerdo a los sentidos
que los diversos sujetos colectivos articulan en su internalización de marcas
históricas de diversa duración. La irrupción y cambio de generaciones depende
de la vivencia social y la interpretación subjetiva de tal vivencia, es decir,
de la memoria y la identidad.
No obstante, los avances en las miradas
multidimensionales de la constitución juvenil, permanecen o se sostienen
arraigadamente, entre las de acción social y política, incluyendo las prácticas
investigativas, visiones androcéntricas[4],
en tanto consideraciones tácitas de los varones como sujetos de referencia de
«la juventud»—, clarificadas en al menos tres constataciones recurrentes:
i) En el conjunto global de trabajos, las mujeres
permanecen invisibilizadas como productoras de prácticas y sentidos específicos
de juventud, subsumidas en esta hegemónica y restrictiva representación de «lo
juvenil-masculino». Así, el mundo de la intersubjetividad pública (donde las chicas
ocupan, en todo caso, una posición social marginal) se convierte en el ámbito
privilegiado por parte de las ciencias sociales para indagar las lógicas
delictivas, los lazos de pertenencia, afinidad y sociabilidad en el marco de
«tribus»; los consumos ilegales, las modalidades de intervención política e
institucional, y la conformación de identidades colectivas, entre otras muchas
prácticas de impacto y visibilidad social indiscutida, y de fuerte presencia de
varones.
ii) Cuando las mujeres «aparecen» como centro de
atención, lo hacen casi exclusivamente de la mano de indagaciones basadas en el
análisis de los cuerpos biologizados. Por ejemplo, en estudios sobre salud
sexual y reproductiva (vida sexual, procreación juvenil, anticoncepción de
emergencia, etc.)
iii) el género suele concebirse y nombrarse como sinónimo
de diferencia sexual, o—más llanamente— como dato demográfico «innegable» de
todo grupo humano, al tiempo que metodológicamente es tratado como «variable
analítica» o criterio descriptivo de los «evidentes» contrastes entre varones y
mujeres.
Invisibilizaciones que conducen a discriminaciones-
expresadas en violencias y exclusión- sustentadas en la naturalización de sus
procesos de producción, partiendo de las diferencias sexuales, aportando el
género y la teoría feminista valor y función crítica al definir masculinidades
y feminidades como configuraciones históricas de la identidad, en consecuencia
dinámicas e indeterminadas, por lo tanto, susceptible de cambios, reversiones y
resistencias múltiples.
[1] Castilla,
Analisa, “ Aproximación al discurso juventud como construcción sociohistórica-
cultural”. Última Década n° 25, CIDPA Valparaíso, diciembre. 2010. Pp. 43 -58
Apellido, Nombre, “Título del artículo”. Nombre de la Revista. Número. Año. p.
o pp.
Cita
del texto en nota no inmediata debe contener: Apellido, “Título del artículo
(abreviado)”
[2]Duarte,
Claudio, Taller de Liderazgo Juvenil, Fundación Ideas, 2005.
[3] Muñoz, Víctor,
Generaciones en tránsito. juventud, estudiantes e izquierdas políticas en el
cambio de siglo. (Santiago de Chile y Ciudad de México 1986-2006), Tesis
Doctoral, UNAM, México, 2009.
[4] Elizalde,
Silvia“ El androcentrismo en los estudios de juventud”. Última Década n° 25,
CIDPA Valparaíso, diciembre. 2006. Pp. 91-110.
Fecha: Sábado 14 de Enero.
Facilitadora: Francia Jammett
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